Cuando los hombres vivan de amor

Esta tarde estoy cantando la canción de Raymond Lévesque: "Cuando los hombres vivan de amor, ya no habrá miseria; y empezarán los días buenos, pero nosotros estaremos muertos, hermano mío. Cuando los hombres vivan de amor, habrá paz en la tierra; los soldados serán trovadores y nosotros estaremos muertos, hermano mío". Se me llenan los ojos de lágrimas mientras canto…

Las noticias informan de que un grito perfora el silencio de la conmemoración de la masacre cometida por Hamás hace un año en el Festival Nova de Israel. El 7 de octubre de 2023 murieron más de 1.200 Israelíes, masacrados por el horror de la violencia del grupo Hamás. Ese mismo día, 240 rehenes fueron secuestrados y llevados a Gaza.

La respuesta de Israel no se hizo esperar. Durante semanas y meses, las fuerzas armadas israelíes bombardearon, saquearon y destruyeron todas las infraestructuras de Gaza. Los 2,1 millones de habitantes son ahora refugiados en una tierra quemada, lamentando más de 41.788 muertes en estos ataques diarios. Toda la población vive en una prisión al aire libre, en tiendas de campaña, haciendo frente no sólo a los ataques israelíes, sino también al hambre, el frío y las enfermedades. Estamos muy lejos del «ojo por ojo, diente por diente»

Israel se está convirtiendo en un Estado delincuente, porque una fuerza de ocupación debe proteger a la población ocupada, pero la ayuda humanitaria llega a cuentagotas con total indiferencia por parte de los responsables.

Israel no respeta ninguna convención internacional, atacando descaradamente hospitales, mezquitas y escuelas. Ayer mismo, 26 personas murieron en un ataque contra una mezquita y una escuela. Las cifras son asombrosas; en un año, Israel ha lanzado 75.000 toneladas de bombas sobre Gaza, una superficie del tamaño de la isla de Montreal. Lo que cuenta ahora es la «victoria total»… ¿pero a qué precio?

Y la espiral de violencia crece. Desde hace una semana, Líbano es víctima de los bombardeos israelíes, con más de 2.000 muertos; Irán, por su parte, espera la respuesta de Israel. El conflicto amenaza con envolver a toda la región. Y no hay negociaciones de alto el fuego en la agenda, con cada parte encerrada en una ceguera total. Los muertos ya no cuentan, el sufrimiento del pueblo es irrelevante, los rehenes están olvidados.

Las palabras del profeta Jeremías nos traspasan el corazón: «Escuchen, en Ramá se oyen lamentos y llanto amargo: es Raquel que llora inconsolable a sus hijos que ya no viven» (Jeremías 31:15). Pero no son palabras de hace 2.600 años; son palabras que describen la dura realidad de nuestros hermanos y hermanas en Oriente Medio, ¡especialmente en Palestina!

La violencia desproporcionada alcanza los cimientos mismos de nuestra esperanza. Y sin embargo… Todos estamos llamados a la esperanza contra toda esperanza. En un mundo en el que el mal parece ocupar cada vez más espacio, declarando la victoria, los pequeños gestos ordinarios de compartir, de justicia y de solidaridad nos permiten salvaguardar una parte de la humanidad. Tomar la medida del horror es un primer paso. Pero comprometerse a apoyar un esfuerzo urgente en favor de Palestina y Líbano para que niños, mujeres y hombres puedan encontrar refugio, un bocado de pan, un poco de consuelo, también está a nuestro alcance. Cualquier gesto hacia las organizaciones internacionales de ayuda puede marcar la diferencia.

El Papa Francisco ha convocado una jornada de ayuno y oración el 7 de octubre, triste aniversario del atentado en Israel. En una carta enviada hoy a los católicos de Oriente Medio, escribe: «Hoy, la gente no sabe cómo encontrar la paz, y los cristianos no debemos cansarnos de pedirla a Dios. Por eso he invitado a todos a pasar un día en oración y ayuno. La oración y el ayuno son las armas del amor que cambian la historia, las armas que acaban con nuestro único y verdadero enemigo: el espíritu del mal que fomenta la guerra, porque ‘desde el principio es homicida’, ‘mentiroso y padre de la mentira’ (Jn 8,44). Les ruego que dediquen un tiempo a la oración y redescubran el poder salvador del ayuno.»

Hoy me uno profundamente a los pueblos de Israel, Palestina, Gaza, Cisjordania, Líbano e Irán. Rezo por la paz. Ayuno para que el hambre de justicia y solidaridad nos embargue hasta el compromiso concreto. Que esta tierra martirizada vea florecer una paz verdadera y duradera en la que «el cielo nuevo y la tierra nueva» nos permitan ver el día en que todos seremos hermanos y hermanas.

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