No soy un monárquico. Cuando tenía 15 años, tuve la oportunidad de participar en una semana de formación política en Ottawa con jóvenes de todo Canadá; causé un gran revuelo al proponer la abolición de nuestro vínculo con la monarquía.
Pero debo confesar que en los últimos días el testimonio de la Reina Isabel me ha conmovido. A veces la pompa y el fasto que rodean a milenios de tradición e historia – por no hablar de la exageración de la riqueza – nos hace olvidar que detrás del personaje está la persona. Especialmente en el caso de esta gran dama que ha dejado su huella en su época durante sus 70 años de reinado. Esto en sí es toda una hazaña, sobre todo porque en la víspera de su muerte recibía a su 15º Primer Ministro. ¡Una vida de servicio entregada hasta el final!
Estos días, Quebec está en plena campaña electoral. Desde luego, no es la mejor campaña: los ataques vienen de todas partes, la violencia y el vandalismo de los carteles políticos alcanzan niveles sin precedentes, los debates parecen más bien diálogos de sordos salpicados de una flagrante falta de respeto hacia el adversario, etc. Nada de fomentar la participación democrática y la construcción de una sociedad mejor.
Y esto no es sólo el caso de Quebec. Lo vemos en casi todos los países, donde el compromiso político se ve socavado y la democracia está más amenazada que nunca. Ya sea en Estados Unidos, en Europa o en América Latina, la polarización que se está produciendo en todas partes está cortando cualquier posibilidad de creer en el trabajo conjunto por el bien común. Y sin embargo, esta es la base de una sociedad más justa, más humana, más fraternal.
El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dedica un capítulo entero a “la mejor política”. Merece la pena releer estas páginas. Dejándonos inspirar por este llamamiento pastoral, quizá podamos encontrar una nueva forma de hacer y vivir la política… Les ofrezco dos extractos, al tiempo que les invito a releer todo el capítulo, ¡si no toda la encíclica!
“Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?” (FT, 176).
“Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en ‘el campo de la más amplia caridad, la caridad política’. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que ‘es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común’ ” (FT, 180).
Son muchos los temas que afectan a nuestra vida cotidiana: el cambio climático, la suerte de los inmigrantes y refugiados, la dignidad de los trabajadores, el impacto de la economía, la inflación, la salud y la educación, la evolución del mundo del trabajo, la defensa de los derechos humanos, el lugar de la religión en nuestras sociedades, el “vivir juntos”… ¡Todos estos temas los vivimos a diario en el corre-corre de nuestras vidas! Es imposible decir que la política no me interesa; ¡siempre me acompaña!
Por supuesto, hay modelos de hombres y mujeres que se han dedicado a la política. Recordamos los grandes nombres que han marcado la historia, para bien o para mal. Pero quizá lo más importante no sean los grandes líderes, sino los hombres y mujeres que deciden transformar su entorno y su vida cotidiana, un pequeño gesto a la vez. Eso también es política.
Admirando el ejemplo de la Reina Isabel, que se entregó al servicio público hasta el final, reconociendo la fe en el proceso democrático de cada hombre y mujer que se presenta a un cargo o se compromete con los movimientos sociales, espero inspirarme en este noble deseo de hacer mi parte para construir un mundo mejor. A veces comienza con una simple X en una papeleta; basta con añadir un gesto que a primera vista puede parecer insignificante en mi entorno, con mis compañeros de trabajo, en mi familia. Eso marca la diferencia. Y tal vez entonces, sirviendo con amor, ¡veremos surgir un mundo nuevo!