Durante todo el día me han venido a la mente las imágenes de esas valientes mujeres de Irán que, a lo largo del último año, han manifestado durante días y semanas por el cambio social en su país. La muerte de Mahsa Amini, de 22 años, tres días después de su detención por la policía de moralidad por “llevar ropa inapropiada” – y las enormes protestas que siguieron – sacudieron al régimen hasta sus cimientos. Pero aún queda mucho por hacer…
En Afganistán, donde muchos países han intentado durante años establecer una verdadera democracia, los talibanes han vuelto al poder tras la retirada de las fuerzas extranjeras. Lamentablemente, es el único país del mundo donde las mujeres y las niñas no tienen derecho a la educación.
La injusta guerra de Ucrania ve cómo muchas mujeres se convierten en cabezas de familia porque sus cónyuges están como soldados en el frente. Ellas intentan mantener cierta apariencia de normalidad para sus hijos, viviendo con el miedo constante a los bombardeos y otras necesidades graves. Las que han podido encontrar refugio fuera de Ucrania demuestran un valor excepcional que hay que destacar.
En las playas del Mediterráneo o en las fronteras de Canadá y Estados Unidos, las mujeres se atreven a soñar con un futuro mejor para sus hijos. Por desgracia, con demasiada frecuencia, las políticas de inmigración y la negativa de los ricos a reconocer el derecho inalienable a emigrar hacen que esas mismas mujeres vivan en una inseguridad constante. Y qué decir del dolor de una madre que llora a su hijo ahogado en un naufragio; la tierra de refugio se ha convertido en un vulgar cementerio.
La violencia contra las mujeres -agresiones físicas, verbales, psicológicas, sexuales y virtuales- sigue apareciendo a diario en las noticias. El feminicidio, que durante mucho tiempo se creyó un azote del mundo en desarrollo, es ahora un problema social que aflige a todas las sociedades. Y el sueño de un mañana mejor se pierde en la angustia de la vida cotidiana…
En este Día Internacional de la Mujer, ¿hay algún motivo de celebración cuando observamos estas situaciones – ¡y muchas más! – que siguen amenazando a las mujeres? Una cosa es cierta, la celebración está marcada por el sufrimiento… a menudo silencioso, oculto.
Se abre una brecha… se revela una esperanza
Pero, al mismo tiempo, pensemos hoy en todas esas heroínas que han abierto brechas en un mundo a menudo patriarcal y marcado por la negación del papel de la mujer. Podríamos mencionar algunos de los grandes nombres de la historia, ¡porque son legión!
Mencionaré sólo tres figuras. Rosa Parks, joven afroamericana, se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco en un autobús en Estados Unidos en 1955; se convertiría en una figura emblemática del movimiento por los derechos civiles en su país. Marie Curie, física y química polaca, recibió dos Premios Nobel por sus investigaciones científicas; es la primera mujer en recibir este prestigioso galardón y la única en recibirlo dos veces. Kathrine Switzer es famosa por ser la primera mujer que corrió la maratón de Boston. Se inscribió en 1967 con una identificación de género neutro, cinco años antes de que se permitiera correr a las mujeres. Algunos organizadores y competidores intentaron apartarla de la carrera, pero al romper el techo de cristal, Kathrine allanó el camino a muchas otras mujeres atletas.
Estas grandes mujeres son dignas de admiración. Pero no olvidemos a todas esas mujeres que tenemos más cerca. Nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras hijas, nuestras compañeras de trabajo, nuestras vecinas, nuestras amigas… ¡llevan dentro la fuerza de la audacia y del valor, de la ternura y del amor, de los sueños y de la esperanza! Nos inspiran, nos consuelan, nos empujan a dar lo mejor de nosotros mismos. Son esas mujeres que creen que el amor es más fuerte que todo y que un mundo mejor está a nuestro alcance.
Es imposible olvidar que el “genio femenino” ha aportado tanto a la historia y a la Iglesia. Podemos recordar a Juana de Arco, Catalina de Siena, Teresa de Ávila. Y la lista podría ampliarse fácilmente. Ellas siguen las huellas de las peregrinas de la Palabra: Eva, Sara, Ruth, María, Marta, Magdalena… A menudo, creyendo sin ver, ¡aceptaron darlo todo para que surgiera la Vida! Pero aún queda mucho por hacer en nuestro mundo y en nuestra Iglesia para que las mujeres sean plenamente reconocidas.
Hoy, ¡las celebramos a todas! Sus nombres son Evelyn, Mae, Gisele, Anita, Elise, Justine o Laurie… Su vida cotidiana hace de nosotros lo que estamos llamados a ser. Las Suzanne, las Huguette, las Norma, las Colette y las Pierrette se levantan para creer en un mundo mejor comprometiéndose con mujeres y hombres por una sociedad más justa y equitativa. Estas mujeres que inspiraron nuestras vidas siguen con nosotros: ¡una Brigitte, una Hélène, una Linda y muchas otras! A cada una de ellas y a todas las demás, gracias. ¡Su perfume de mujer embriaga mi vida!